Día 4. Fuego, Guatemala
Mentiría si os dijera que dormí súper bien esa noche. Estaba muy nerviosa. Había leído un montón y tenía opiniones de todo tipo. Subir el Acatenango, un volcán con una altitud de ¡¡3976 metros!! era todo un reto. Nosotros hacemos deporte regularmente y estamos en buena forma, pero tampoco somos expertos en alta montaña, ni tampoco habíamos hecho un trekking así antes. Además de la subida que ya solita mete miedo, saber que tienes que llevar una mochila con todo lo necesario para dos días… asustaba un poco más. Seleccionamos muy bien que subir, pero era imposible no subir cámara, trípode y dos objetivos, 7 litros de agua entre los dos, nuestra comida y mucha ropa de abrigo… Vamos que mis miedos estaban justificados. JAJAJA
Hicimos el Tour con Wicho&Charlies y los recomiendo encarecidamente. Estaba todo súper bien organizado, empezamos el día con un buen desayuno y con muchas explicaciones de lo que íbamos a hacer y a necesitar. Nos recomendaron que subir y que dejar (tenían una sala donde podíamos dejar lo que nos sobraba). Con la excursión están incluidas algunas prendas de invierno: Guantes, gorro, chaqueta de invierno gordita y también las botellas de agua grandes y tuppers con la comida. Nosotros además alquilamos bastones y una mochila (ya que una de las que llevábamos se quedaba pequeña al tener que llevar tantos litros de agua.) Uno de los litros por persona es para que preparen arriba, en el campamento, la comida, chocolate y té caliente. Nosotros además llevamos ropa térmica (merino, desde que la probé en Laponia no me separó de ella. En concreto camiseta, pantalón, braga del cuello, guantes internos y calcetines. Ocupa poco y transpira bien) y chubasquero, importante. Sino llevabas, también podías alquilar estas cosas. Tras las explicaciones, desayunar y colocar bien nuestras mochilas nos desplazamos en autobús hasta la base donde comienza la subida. Ahí seguían los nervios y la adrenalina al movernos entre imponentes volcanes.
La subida la hicimos con 3 guías que hablaban inglés y español. Mientras subíamos el grupo se dividió en tres por nivel físico y ritmo al subir.
Hacíamos descansos cada poco para beber agua y recuperar fuerzas. Y pudimos subir a buen ritmo. Tuvimos mucha suerte ya que hacía un día radiante. Soleado, pero sin mucho calor. Pronto empezaba a sobrar ropa… y mochila jajaja. Pasamos por zonas más abiertas, por otras más boscosas, pero siempre, siempre cuesta arriba. El Acatenango no dio ni un poco de tregua. Alcanzamos el campamento que está a 3.600 metros tras 4h y media de subida parando para comer. La comida que ofrecen es vegetariana y además deliciosa. Al llegar estaba muy nublado y no pudimos disfrutar de las vistas, tampoco escuchamos muchas explosiones en ese momento y decidimos hacer lo que nos pareció la mejor idea hasta el momento. Echarnos una siesta para recupera fuerzas.
El campamento era perfecto. Tienen una cabaña grande donde entrabamos todo el grupo con mesas y bancos, a modo de comedor y con un fuego donde cocinaban. Nosotros decidimos alquilar la cabaña individual. Era pequeñita, muy caliente y cómoda. Además, tenía unas vistas geniales del Volcán y de todo el valle. También hay opciones para dormir un poco más barato en la cabaña comunitaria, pero por lo que nos contaron nuestros compañeros de subida, bastante más fría.
Tras echarnos la siesta fuimos a la cabaña-comedor donde nos pusimos a jugar a juegos y a socializar un poco. Entre risas y juegos escuchamos una gran explosión seguida de un grito de asombro. El paisaje se había despejado completamente y empezamos a disfrutar de Fuego. En ese momento todos salimos corriendo para no perdernos nada. Móviles grabando, risas, nervios, frío en el cuerpo, viento y una grandísima columna de humo. Por fin estábamos disfrutando del espectáculo que tanto esfuerzo nos había costado.
En ese momento los guías nos ofrecieron ir hasta Fuego para tener la erupción a unos 300 metros. (Aquí tengo que decir que nos vinimos arriba y nos apuntamos sin pensarlo mucho). La adrenalina de ver la erupción del volcán más cerca y los nervios por llegar hasta ahí arriba nos nublaron la razón y cuando nos dimos cuenta estábamos bajando la ladera camino a Fuego con un grupo reducido de locos valientes. Tuvimos que firmar un documento donde decía que nos hacíamos responsables de hacer esta parte del trekking y lo que pudiera pasar. Sin duda subir a Fuego fue bastante más duro. Cansancio acumulado, bastante más frío, más viento, menos luz y menos descansos. Además, cuando empezamos a ascender la ladera de Fuego comenzó a llover y teníamos que tener más cuidado porque todo resbalaba. Pero volvimos a alcanzar la meta. Vimos atardecer en esa ladera, si, si, en la flecha de la imagen.
Teníamos valles a los lados, las luces de las ciudades de Antigua y Ciudad de Guatemala empezaban a encenderse y el sol se escondió. Empezó a soplar más el aire y el volcán empezó a escupir fuego muy cerca de nosotros. Pasé un poco de miedo, la verdad, esa situación imponía. Además, había luna nueva y estábamos en completa oscuridad, sólo iluminados por alguna linterna y algún frontal. En esta parte también cargamos con el trípode, cámara, etc… Pero debido al fuerte viento no me atreví a montar el trípode y las fotos de esta parte no tienen tan buena calidad. Pasamos ahí arriba unos 20 minutos de disfrute que consiguieron congelarme hasta los huesos, seguía lloviendo, pero más suave por suerte. Y empezó, lo que para mí fue demasiado duro. Empezar a bajar, sin ver prácticamente nada, a través de la noche cerrada, con dolor intenso en las manos a causa del frío y con mucho cuidado para no resbalarnos. Durante el camino, en algunos claros del bosque pudimos seguir disfrutando de las fuertes explosiones del volcán. Cuando llegamos al campamento no me lo podía creer, quería llorar de alegría y cuando me pasaron chocolate caliente con nubes al fuego… fue demasiado bueno! Esperamos a tener la cena lista mientras mirábamos de reojo al volcán, estábamos hipnotizados con el baile de la lava y las rocas incandescentes. Esa cena nos pareció mejor que la de cualquier restaurante de lujo, y encima con vistas insuperables. Cuando terminamos de cenar mi idea era plantarme con el trípode (ahora sí, ya que el campamento está mucho más resguardado) pero se volvió a nublar todo y sólo podíamos quedarnos con el sonido de las explosiones.
Esa noche dormí muy bien, el cansancio se notaba y no me costó nada dejarme llevar por Morfeo. Pero nos despertamos en varias ocasiones con explosiones realmente fuertes. A las 4 de la mañana, una de las explosiones me hizo dar un buen bote jajaja y como me había despejado del susto me asomé, abrí la puerta de la cabaña y pude disfrutar de un espectáculo increíble. Un montón de lava corriendo por las laderas del volcán bajo un cielo estrellado. Monté rápido el trípode, la cámara, y envuelta en mi saco de dormir me quedé disfrutando del volcán hasta que se asomaron las primeras luces del alba. Un amanecer mágico entre explosiones. Para mí fue la mejor parte del viaje. Cada explosión era diferente y con algunas me daba un vuelco el corazón entre el sonido y la lava. En ese momento un grupo de gente coronó la cima del Acatenango y disfrutó del amanecer desde ese punto. Pero a mí el cansancio y el disfrute de la erupción desde mi cama me pareció el mejor plan.
Cuando ya estábamos todos en el campamento, desayunamos y empezamos a recoger para descender. El día continuaba muy despejado y pudimos bajar a buen ritmo, esta vez más fácil y rápido, con música, cantando y feliz de que la naturaleza nos hubiera hecho tan buen regalo.
Regresamos a Antigua sobre las 11.00 y nos dirigimos al Hostel para darnos una merecida ducha y descansar un poco.


